Carta de Guillermo Fdez Vara

Con el paso de los años, echar la vista atrás supone una experiencia cada vez más ardua, pues resulta fácil dejarse invadir por la tristeza y la nostalgia de los que no están. Sin embargo, es una tarea necesaria, tanto para sacar partido de la experiencia en la toma de decisiones actuales, como para ser conscientes de dónde veníamos y el camino que hemos recorrido hasta llegar a donde estamos ahora.
Conmemoramos ya 40 años de nuestra norma institucional básica, y nadie podría imaginar por aquel entonces todo aquello que, ya sea como personas o como región, hemos logrado en estas últimas décadas. Eran años de ilusión y esperanza, pero también de incertidumbre. Un tiempo en el que muchos de los elementos esenciales de nuestro Estado social y democrático de Derecho estaban aún por hacer.
Nuestro Estatuto de Autonomía, junto con el conjunto normativo que hemos ido construyendo sobre sus pilares, nos ha permitido desarrollarnos como región y ser conscientes y enorgullecernos de nuestra propia identidad.
Con las conmemoraciones de normas e instituciones solemos aplicar símiles referidos al ser humano, como norma y medida de tantas otras cosas, y celebramos así su mayoría de edad, su madurez y, pasados los 40, cómo se entra en la “segunda mitad” de la vida. Pero, más allá de las imágenes que estas metáforas proyectan, me parecen sin embargo cada vez menos adecuadas, pues, gracias a la posibilidad de reforma que las normas contienen en su propio articulado, les permiten no perder un ápice de su valor con el paso de los años, posibilitando extender ilimitadamente en el tiempo sus valores y la oportunidad de su contenido.
De esta manera, el hecho de que nuestro Estatuto haya sido reformado ya varias veces no hace sino darle más valor, adaptándolo a los tiempos y posibilitando que, a pesar de que hayan pasado ya cuatro décadas desde su aprobación, esté más vivo que nunca. Entre estas modificaciones quisiera reseñar aquellas que recogieron la ampliación del marco competencial regional, incorporando la gestión de la sanidad y la enseñanza, así como la apuesta por dotar de mayores recursos y competencias a nuestras entidades locales, pues estos son ámbitos que considero esenciales para la construcción de una sociedad más equilibrada, justa e inclusiva.
El Estatuto de Autonomía es la obra del conjunto de la sociedad extremeña, fruto del compromiso y el acuerdo de sus representantes políticos. Sigamos caminando juntos por el futuro de nuestra tierra.
Guillermo Fernández Vara
Presidente de la Junta de Extremadura