Carta de Jose Antonio Monago

La madurez de una tierra
Se dice que una persona alcanza la madurez de su vida al cumplir los 40 años. Y precisamente, en 2023 conmemoramos el 40 aniversario de nuestro Estatuto de Autonomía, esa norma que surgió del consenso y que nos ha dotado del marco legal para el mayor desarrollo de esta tierra en toda nuestra historia.
Extremadura no nació en 1983, es obvio. Nuestra tierra tiene siglos de historia. Cuando nos preguntan por personajes ilustres extremeños, todos recordamos, entre otros, los conquistadores que descubrieron América en el siglo XV. Pero es en 1983 cuando alcanzamos nuestra identidad y la conciencia de ser extremeño. Cuando por primera vez, Cáceres y Badajoz se unen bajo el paraguas de un proyecto común.
Hasta entonces, en demasiadas ocasiones, el extremeño escondía ese sentimiento. Pero a partir de 1983, con la aprobación de nuestro Estatuto coincidiendo con los primeros albores de la democracia, es cuando empezamos a tomar conciencia de la importancia de esta región, de nuestra historia y atisbamos qué queríamos ser en el futuro. Fue un antes y un después. Hoy, cuarenta años después, hemos abandonado ese sentimiento de inferioridad y todos estamos profundamente orgullosos de ser extremeños.
Se que ver el vaso medio lleno, es decir, ser optimista, está mal visto. Así lo ha afirmado el doctor Luis Rojas Marcos: “Aquí es raro que alguien presuma de ser optimista”. En otros países, “ser pesimista” es lo que está mal visto, porque ello implica que no vas a tener éxito en los proyectos emprendidos o personales. Y yo creo profundamente en el pueblo extremeño y sus capacidades, por eso apuesto por él, siempre. ¿Quién invierte donde hay pesimismo?, ¿quién da trabajo si se confiesa uno pesimista?, ¿quién genera confianza y esperanza si solo ve, comenta, publica, grita y tuitea lo negativo?
Se sueña desde el optimismo, y la ambición colectiva se logra desde la convicción como argamasa, como atributo de pueblo y comunidad, y no como recogía el gran poeta extremeño Jesús Delgado Valhondo, que en su última agenda manuscrita recogió: “Hay gente que se pasa la vida contemplándose”.
El Estatuto de Autonomía nos ofreció una oportunidad histórica de desarrollarnos con nuestra propia visión de futuro. El mayor logro que conseguimos fue el autogobierno. Tener una serie de competencias, poder desplegarlas y desarrollarlas. Poder decidir, entre todos, qué necesitábamos, qué queríamos hacer y ponernos manos a la obra sin depender de nadie, pero siempre fieles y leales a España.
Desde entonces hemos conseguido mucho. El trabajo y la unión de los extremeños nos ha permitido desarrollar esta región, llevar luz y agua a muchos pueblos que hasta entonces no lo tenían. Conectarnos a través de carreteras decentes y potenciar que el resto del mundo pueda venir a conocer esta maravillosa tierra. Y, sobre todo, conseguimos dejar de ser solo una tierra de emigrantes. De extremeños que cogían la maleta en busca de un futuro mejor. Empezamos a ofrecer esas oportunidades aquí.
Pero si cuando una persona al cumplir las cuatro décadas se considera que ha alcanzado la madurez en la vida, también es verdad que a partir de esa edad es cuando se espera que haga las cosas más importantes. Y ese es el reto que tenemos que afrontar. Reconocer que se ha hecho mucho y positivo, pero también que queda mucho por hacer. Tener ambición.
Todos somos conscientes de que aún tenemos carencias en infraestructuras para ser iguales que el resto de España. Y tenemos que ser conscientes de que, ante un mundo global como el que vivimos en la actualidad, tenemos que ser competitivos y para ello, tenemos que generar las condiciones necesarias para revertir las altas tasas de paro y pobreza que limitan nuestro crecimiento. Pero no caigamos en el recurso fácil, fatalista, de trinchera, de echar la culpa de todo al Estatuto de Autonomía de Extremadura.
Porque si rompemos el marco, o renegamos de él, no estamos alimentando el futuro, estamos alimentando la polarización, que es la argamasa para levantar muros que al final acaban con nuestras libertades, uno de los principales problemas que tienen las democracias occidentales.
Es legítimo que haya nostálgicos que suspiren pensando que sería mejor no tener un marco legal como el Estatuto de Autonomía. Pero no hay que olvidar que la proximidad de las instituciones aproxima las aspiraciones de un pueblo a sus gobernantes, sin tener que recurrir, como antaño, a acudir a Madrid a tocar las puertas de tal o cual ministerio, para cuestiones que hoy resolvemos nosotros mismos, o podemos resolver.
Este camino de cuarenta años es una obra colectiva, cuyas escrituras de propiedad son del pueblo extremeño. Nadie puede arrogarse un marco legal, pues es algo propio de todas las Comunidades Autónomas de España, sin excepción. Por ello, los extremeños, han de sentirse orgullosos de todo lo recorrido, y exigentes en los objetivos a alcanzar en el discurrir de ese camino sobre unas reglas de juego que nos tratan como un pueblo mayor de edad.
Cuatro décadas después de aprobar nuestro Estatuto de Autonomía, llega la hora de Extremadura. De trabajar para que esas carencias formen parte de la historia. Para que Extremadura sea una tierra de oportunidades y apostar por tantos y tantos extremeños que tienen capacidad, ganas de emprender y que aman a esta maravillosa tierra. Por ellos y por nuestros hijos, hagamos valer esa madurez para que Extremadura viva los mejores años de su historia.
Jose Antonio Monago
Presidente de la Junta de Extremadura entre 2011 y 2015.
Senador en Cortes de España desde 2019